lundi 13 octobre 2014

Manipulaciones embrionarias, ¿éticamente incorrecto?

El 16 de agosto de 2000, poco después del vigésimo segundo aniversario de Louise Brown, el primer bebé probeta, el gobierno británico autorizó la creación, por clonación, de embriones humanos con fines terapéuticos. Fue el primer gobierno en adoptar tal posición. En la clonación humana, Inglaterra es una pionera como lo había sido a principios de la década de 1980 en las Nuevas Tecnologías Reproductivas.


La aprobación por parte del gobierno británico de las posibles investigaciones que implican la creación de embriones humanos por clonación, sólo se pudo dar gracias a la regulación estricta de las actividades de los equipos especializados en biología de la reproducción y en asistencia médica a la reproducción existente en este país. En aplicación desde 1990, la Human Fertilization and Embryology Authority (HFEA) constituye, en la opinión de todos los expertos, un modelo perfecto de control y regulación del sector, que más que cualquier otro, plantea preguntas éticas muy delicadas. La HFEA, responsable de proporcionar autorizaciones regulatorias a equipos que lo soliciten, de verificar el cumplimiento de las diferentes normas en vigor y dotadas de poderes de sanción y de recursos financieros propios, funciona de manera autónoma y proporciona al gobierno británico la garantía de que las actividades desarrolladas en los centros autorizados se basan en las normas sanitarias y en los principios éticos vigentes.

Hoy, el país está de vuelta con un nuevo proyecto científico. Había en Inglaterra y en el resto del mundo sobreproducción de embriones en el marco de la reproducción asistida. Cuando Louise Brown tuvo 500.000 "hermanos bebés" probeta y un número significativo de estos embriones se utilizó para la investigación en los últimos años aunque tales manipulaciones no estaban permitidas. Cuando la creación de embriones estaba permitida, ya estábamos ante un hecho consumado: el embrión ya era un cualquier objeto con el cual podían hacer todo lo que les gustaba.

En la época del informe Warnock, este caso ya estaba al centro del debate ético. Muchos autores argumentaron que antes de los 14 días, el embrión aún no es un ser humano en fase de proyecto y por lo tanto, la manipulación de esa pequeña bola de células no tenía consecuencias. Este debate tiene sentido hoy en día. Investigadores ingleses que manipularon, con fines de investigación, los embriones destinados principalmente para la procreación, justificaron de hecho sus actos diciendo que los embriones en cuestión tenían menos de 14 días cuando eran el objeto de su delicada atención.


Sin embargo, en mi opinión, creo que es normal comportarse con los embriones, en todas las etapas de sus vidas, como nos comportamos con los hombres. Todos pasamos por el estadio de simple célula que aún no se considera como una persona, así que hay que respetar al ser humano a partir del primer boceto. Además, me temo que las mujeres sufran del desarrollo de las investigaciones y de la clonación terapéutica a través de la comercialización de sus cuerpos.



Fuentes:

Ética y tecnologías biomedicales (libro en francés) de Jocelyne Saint-Arnaud, Canadá, 1999

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